Una historia del Black Power y su White Ally
Las de México 1968 eran las primeras olimpiadas celebradas en américa latina, y justo en un país donde 10 días antes de que se inauguraran estos JJOO se producía la masacre de Tlatelolco, con cientos de estudiantes y civiles asesinados por militares y policías. Todo esto sucedía mientras en el vecino país del norte resonaba aun el sonido de las balas que mataron al líder afro pacifista Martin Luther King y también las que mataban a miles de estadounidenses en Vietnam.
Como si fuera poco había que sumarle que hacía solo unos pocos meses del otro lado del océano obreros y estudiantes habían querido ser realistas haciendo lo imposible en el Mayo francés. Es en este contexto que se da esta foto histórica que marca el centro de la historia que les quiero contar hoy, esta es parte de una larga historia que sirve para poder entender lo que pasó en EEUU tras el brutal asesinato de George Floyd en manos de la policía de Minnesota y que seguramente vieron en los medios de comunicación.
Antes de pasar a la historia hay que decir que toda fotografía no es más que el congelamiento de un tiempo pasado, que cada fotografía tiene un antes y un después y esta no es la excepción. Para empezar a entenderla, y de paso tratar entender lo que sigue pasando hoy en día en el país del norte de américa hay que ir muy hacia atrás en la historia de las colonias británicas, esas colonias que luego serían los EEUU.
Historia de la esclavitud en el actual territorio estadounidense
Para 1619 Portugal estaba enmarcado dentro del reinado de Felipe III de España y había enviado a México 350 esclavos africanos que habían sido capturados en las guerras con los angoleños. Fue entonces que el San Juan Bautista fue atacado cerca del golfo de México por el White Lion y el Treasurer, corsarios que se hicieron con parte del botín que llevaba el navío hispano-portugués. Una vez robados parte de los esclavos angoleños, ambos barcos partieron hacia Virginia, a donde llegaron a finales de agosto de 1619, y vendieron a los primeros 19 esclavos africanos que pisaran Norteamérica. Estos fueron vendidos con la clara intención de que trabajaran en las vastas plantaciones que existían en las colonias, esta costumbre duraría más de 200 años. Para entender el contexto cabe mencionar que entre los compradores estaba el entonces gobernador de Virginia: Sir George Yeardley.
Entre aquellos primeros esclavos en llegar y los últimos, fueron muchos los años de maltratos y vejaciones de los africanos en Norteamérica. Tanto es así que aun cuando EEUU se independizo de gran Bretaña en 1776 la esclavitud siguió siendo moneda corriente, principalmente en las plantaciones de tabaco y algodón del sur. Según el escritor sudafricano Ronald Segal, del total de esclavos que fueron enviados desde África hasta América, 650.000 acabaron en lo que actualmente se conoce como Estados Unidos.
Fueron 241 años los que pasaron hasta que en 1860 llegó a Alabama, aquel Estado del sur de EEUU el último barco negrero estadounidense: el Clotilda. Fue con la revolución industrial, y la necesidad de una mano de obra asalariada que trabaje y consuma, que la esclavitud dejó de ser un negocio rentable para el capitalismo global, pero el problema era que para los grandes terratenientes del sur de EEUU las ganancias seguían siendo muy grandes gracias a los esclavos. Este choque de intereses fue uno de los principales motivos de la guerra de secesión, o guerra civil, que existió entre los Estados del norte y sur de Norteamérica entre 1861 y 1865.
La segregación racial y la lucha por la igualdad
Es cierto que esta enmienda abolía la esclavitud, pero dejaba muchos grises sobre los derechos ciudadanos de los negros; demostrando que en realidad el espíritu de la Confederación del sur había vencido a pesar de la derrota militar. Esto se veía no sólo por el mantenimiento de las ideas y las mentalidades racistas, o el surgimiento de sociedades secretas violentas como el Ku-Klux-Klan, sino también por todas las leyes que los Estados del Sur iban a aprobar para impedir el voto a la población negra y segregar a la población en función de su color.
Quien les abrió el camino a los segregacionistas fue el presidente republicano Rutherford B. Hayes cuando en 1877, en aras de la reconciliación y para que aceptasen su presidencia, firmó un Compromiso que permitía una libertad completa a los Estados sureños para hacer lo que estimasen oportuno en relación con la población negra. Esas leyes, conocidas como “JimCrow”, se multiplicaron en el Sur y consagraron un sistema de segregación racial bajo el falaz principio de “separados pero iguales”.
En cuanto al voto en particular algunos negros pudieron votar al principio, pero los demócratas lograron encontrar los vericuetos legales para no permitirles votar sin prohibirlo explícitamente. Se establecieron muchos requisitos que afectaron a casi todos los negros, y a una parte importante de los blancos en situación económica muy precaria. Había que pagar un mínimo de impuestos, pasar pruebas de alfabetización y comprensión lectora, cumplir con requisitos de residencia y estar inscritos en un registro. Muchos blancos pobres lograron saltear estos requisitos acudiendo a las “cláusulas del abuelo”. Esta cláusula permitía votar a aquellos que demostraran que sus antepasados votaban antes de las guerras de secesión, algo que ningún negro por supuesto había hecho en el sur.
Pero más allá el voto las acciones racistas que los afroamericanos sufrían a diario eran muchas. Entre ellas podemos encontrar que se prohibían los matrimonios interraciales y se obligaba a negocios, instituciones públicas, escuelas y medios de transporte a habilitar espacios separados para blancos y negros. Incluso hasta se les obligaba a utilizar lavamanos diferentes para "evitar que el hombre blanco se contaminara por la influencia del negro".
Esto fue naturalizado durante mucho tiempo y recién después de la II Guerra Mundial el movimiento integracionista -que abogaba por el fin de la segregación racial- empezó a tomar fuerza en el marco de la lucha por los derechos civiles en EEUU. Este movimiento logró una importante victoria en 1954 cuando la Corte Suprema declaró inconstitucionales las normas que separaban a los alumnos blancos y negros en las escuelas públicas. Esto se logró en gran parte gracias a la lucha de Oliver Brown para inscribir a su hija Linda, lucha que termino llevando a la justicia. Igualmente, nada fue fácil una vez permitida la entrada de los niños de color a las escuelas.
La primera niña afroamericana en lograr asistir a una escuela que no era exclusiva para gente negra fue Ruby Bridges de 6 años, quien había participado del sistema de integración racial de Nueva Orleans. Habían sido 6 los niños considerados aptos para asistir a la escuela William Frantz Elementary hasta el momento exclusiva para blancos y Ruby fue la única que decidió ir a clases, o la única a la que sus padres mandaron. Aquella mañana de 1960 Ruby llegó a la escuela protegida por agentes federales y se encontró con mucha hostilidad de parte de los grupos supremacistas blancos y con el apoyo de los grupos de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color. En resumen, la niña curso todo el año sola con la maestra dado que los padres de los niños blancos decidieron no enviar a sus hijos porque no querían que estuvieran cerca de ella debido al color de su piel.
Hay que decir que los derechos que fueron obteniendo los negros no se ganaron gracias a las “bondades blancas”, sino gracias a las miles de personas que lucharon incansablemente. Algunas de esas personas se empezaron a organizar en forma colectiva y realizaron actos individuales que fueron fundamentales para empezar a derribar las barreras raciales de la época. Al respecto, el caso de Rosa Parks es un hito importante, ella fue una figura significativa del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, especialmente por haberse negado a ceder el asiento a un blanco y no querer moverse a la parte trasera del autobús, como se acostumbraba en la época. Esto sucedió en diciembre del año 1955 y le valió terminar en la cárcel por su acción. Si, presa por no ceder el asiento a un blanco, a ese nivel de servidumbre llegaba la segregación de esa época.
Muchos hablan de que esta fue la chispa que desato el movimiento por los derechos civiles y a Rosa se la reconoce como la primera mujer de los derechos civiles. Igualmente cabe mencionar al respecto que Ida B. Wells, más de 70 años antes, ya había luchado incansablemente por los derechos de las mujeres negras. Y es en la década del 60 que surgen dos de los personajes más importantes de la lucha por los derechos de los afroamericanos, Martin Luther King y Malcom X, quienes por distintos medios buscaban el mismo fin, la reivindicación de los afroamericanos.
En Florida, Martin Luther King fue parte del importante movimiento de San Agustín que a partir de 1963 logro aglutinar las protestas que exigían el fin de la segregación. Los manifestantes marchaban por el centro de San Agustín, en un lugar conocido entonces como "el mercado de los esclavos", mientras hordas de blancos les insultaban y les lanzabas piedras y botellas. Lo paradójico es que fueron cientos de activistas negros los arrestados, hasta el punto de que se llenaron las comisarías de la ciudad. Entonces a los manifestantes que aún estaban libres se les unieron monjas, rabinos y numerosos ciudadanos blancos que defendían el fin de la segregación. Incluso como dato interesante hay que decir que fue detenida la madre del gobernador de Massachusetts mientras realizaba una protesta en un negocio solo para blancos.
Pero uno de los puntos más álgidos de la protesta se vivió en un motel el 18 de junio de 1964 cuando los activistas se tiraron a la piscina del mismo en forma de protesta. Fue entonces que el manager del motel, Jimmy Brock, agarró una botella de ácido clorhídrico -utilizado para limpiar baldosas- y empezó a rociar con él a los activistas para que salieran del agua. Al día siguiente el Senado estadounidense aprobó la Ley de Derechos Civiles que decretaba el fin de la segregación racial en los espacios públicos y privados de todo el país. "No estoy seguro de que la ley se hubiera aprobado sin lo que pasó en San Agustín. Fue un hito. Éramos jóvenes y creíamos haber hecho algo (importante), y lo hicimos", dijo en 2014 J.T. Johnson, uno de los activistas que se lanzaron a la piscina del motel Monson.
En 1965, un año después de abandonar “La Nación del Islam”, organización que había popularizado, es asesinado Malcom X, quien fuera un pequeño delincuente en su juventud y se terminaría convirtiendo en portavoz del islam en prisión. Luego, gracias a su retórica y magnetismo, se va a transformar en uno de los más importantes portavoces de la supremacía negra y la separación de razas, a diferencia de la integración que Martin Luther King propugnaba.
Al año siguiente surgirán los Panteras Negras, un partido que en sus inicios tienen principal actividad era la de formar patrullas de ciudadanos armados para vigilar el comportamiento de los policías en California, pero que luego instauraría programas sociales dirigidos a la comunidad. Estos programas pasaron a ser la principal actividad del partido teniendo como la acción más célebre los desayunos gratuitos a niños y las clínicas de salud locales.
Y en este contexto es que a esta organización de los sectores afroamericanos se le va a contraponer la existencia de una reacción de grupos supremacistas blancos violentos. Uno de los más famosos es el Klu Klux Klan, una asociación racista de extrema derecha que solía contar con la complicidad de las autoridades principalmente en el sur del país.
Para el 4 de abril 1968 los afroamericanos habían avanzado en organización y el mundo conocía sus luchas, aunque bastante tergiversadas por los medios de comunicación. Ese mismo día Martin Luther King seria asesinado por un segregacionista blanco en el balcón del Lorraine Motel de Memphis (Tennessee), ciudad a la que había llegado para apoyar a los basureros negros locales que estaban en huelga.
El Black Power y y su White Ally
Así llegamos a la foto protagonista principal de nuestra historia, como dijimos al principio las olimpiadas de México fueron las primeras en Latinoamérica, el mundo estaba convulsionado por la guerra de Vietnam, el mayo francés y el Black Power estadounidense, además de la ya nombrada masacre de Tlatelolco. En cuanto a los juegos en sí, son los primeros sin Sudáfrica, excluida justamente por su segregación racial, y en los que por primera vez participan las dos Alemanias separadas.
En el ámbito deportivo la carrera que fue la precuela de la foto fue histórica, tuvo el dominio abrumador del afroamericano Tommie Smith, que estableció un nuevo récord mundial al bajar por primera vez de los 20 segundos (19s83), y también la sorpresa de quien salió segundo, el australiano Peter Norman (20s06), quien marcó un record para su país -que aún hoy no se logró vencer- y batió al segundo favorito norteamericano llamado John Carlos.
Pero lo realmente importante pasó a la hora de la premiación, lo que podría haber sido una premiación más, paso a ser uno de los momentos icónicos de los juegos olímpicos modernos. Los atletas norteamericanos además de posar con los puños en alto simbolizando el Black Power durante el himno estadounidense, también lucían la mirada baja y estaban descalzos con medias negras como otra forma de denunciar los abusos hacia sus hermanos. Toda una afrenta a ojos de la América blanca.
Luego explicarían a los periodistas: “Digan al mundo blanco que ya estamos cansados de ser vistos y tratados como animales. Estamos cansados de ser caballos de exhibición. Como hemos ganado, dirán que han triunfado unos norteamericanos, si hubiésemos hecho algo malo, dirían que lo hizo un negro”. Efectivamente gran parte del público norteamericano presente reprobó la acción de Smith y Carlos, la prensa mundial se deshizo en críticas por usar la competición olímpica para “un asunto político que sólo compete a su país” y El Comité Olímpico de EE.UU, decidió suspenderlos y fueron expulsados de los Juegos Olímpicos y de la Villa de Atletas por orden del presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage.
Para Avery “su comportamiento constituye una violación de las normas básicas de deportividad”, según se explicó entonces en un comunicado. Lo que no pudo explicar el presidente del Comité Olímpico Internacional es como 32 años antes los organizadores, bajo su propio mando, habían aceptado naturalmente los saludos nazis en las olimpiadas de Berlín. Al punto tal que incluso la selección de futbol inglesa realizó el saludo nazi en la previa de un partido.
En cuanto a los deportistas tanto John Carlos como Tommie Smith formaban parte del movimiento “Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos” y actuaron de forma coordinada con otros deportistas como Lee Evans, Larry James y Ronald Freeman. Las formas de mostrar la protesta fueron distintas en los distintos deportistas: algunos levantaron el puño sin guantes, otros lucieron una boina negra y hay otros atletas negros que optaron por aparecer descalzos en el podio, pero todos mostraron al mundo que no iban a aceptar el racismo en silencio.
Smith y Carlos fueron condenados al ostracismo en su país. De vuelta a casa, continuaron en el deporte pasándose al futbol americano, pero no les fue como esperaban. En su vida diaria fueron objeto de abuso y tanto ellos como sus familiares, amenazados de muerte. Incluso no eran capaces de encontrar trabajo y cada dos por tres sus casas amanecían con pintadas racistas. Y mientras la esposa de Smith no aguanto más y lo abandonó, la de Carlos se suicidó.
Pero hay en esta foto un tercer protagonista que pasó totalmente desapercibido para el gran público. Un blanco del sur de Australia, de un metro ochenta y que era el quien salió segundo en la carrera estableciendo un récord aún vigente para ese deporte en su país y su continente. Peter Norman, se llamaba, y permaneció firme, con las manos a los costados y la mirada fija hacia su bandera aquella noche del 16 de octubre de 1968 en el Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad de México. En su campera se puede apreciar un parche que no venía con la indumentaria oficial del comité olímpico australiano, el del movimiento olímpico por los derechos humanos.
Lo que sucedió es que antes de salir a la ceremonia de las medallas Smith y Carlos le explicaron qué iban a hacer al australiano, quien en lugar de apartarse se solidarizó con los dos atletas negros a quienes incluso les pidió lucir la insignia que portó en su pecho. Se la pidieron al remero Paul Hoffman, activista blanco del movimiento, y Peter se la calzó en su campera. Además les dio la idea a sus compañeros de podio de que llevaran cada uno un guante ante la ausencia de dos pares, por este motivo en la ceremonia Smith sólo lleva el guante de la mano derecha y Carlos, el de la izquierda.
“La idea de que Norman la llevara [la insignia] fue de John Carlos y él también quiso llevarla sobre el escudo del comité australiano. Yo conocía la historia de Australia sobre cómo habían tratado a los aborígenes. Sabía que eso podía ser un problema para él, porque se interpretaba que estaba de parte de los negros de Estados Unidos. Y eso fue lo que sucedió. Como a nosotros, le echaron de la Villa Olímpica, abusaron de él en su país, le apartaron socialmente”, explicó Tommie Smith al diario EL PAÍS en una entrevista en 2008.
Y así fue, al saberse del apoyo a los negros estadounidenses en su país Peter Norman pasó a ser un paria, un olvidado y ocultado. Es que Australia entonces era una especie de Sudáfrica del Apartheid en miniatura, un lugar en donde incluso había quienes creían en “la Australia blanca”. Y aunque Norman siguió corriendo y cosechando récords nacionales, incluyendo la marca que le permitía viajar a Munich 72, no lo dejaron representar nunca más al país. Estaba proscripto.
Querían que pidiera perdón por lo que hizo en México, pero él jamás lo hizo. Como Smith y Carlos también intentó con otros deportes, pero no le fue bien. También participó de carreras benéficas, fue profesor de educación física y hasta carnicero y víctima del escarnio público se zambulló en el alcohol. Luego tuvo gangrena en una pierna lo que le costó hacerse también adicto a los calmantes.
Sufrió y lucho, cayó y se levantó, pero nunca “pidió disculpas” por haber sido humano. Como Dijo John Carlos: “Peter no tenía que haber tomado esa insignia, Peter no era estadounidense, Peter no era un hombre negro, Peter no tenía que haber sentido lo que sintió, pero fue un hombre”. Durante años esperó el reconocimiento de su país por su carrera deportiva, pero ni siquiera fue invitado a los juegos olímpicos de Sidney del año 2000, pese a ser uno de los atletas más importantes de la historia australiana. Y todo por no pedir perdón por haber sido un hombre al que no le importaba la pigmentación de la piel.
Finalmente formo parte del evento olímpico de su país pero porque lo invitaron los estadounidenses, no sus compatriotas. 3 años después de los juegos de Sidney en la San Jose State University de Estados Unidos inauguraron una estatua que conmemora esta famosa protesta de los Juegos Olímpicos de 1968. En la estatua el lugar de Peter Norman está vacío, es para que los turistas se saquen fotos. Paradojas dolorosas de la historia. Igualmente lo dejaron hablar en la ceremonia para descubrir la estatua en la que estaba ausente, la buena noticia es que pudo encontrarse con sus amigos Smith y Carlos.
Probablemente como muchos ustedes se pregunten ¿Por qué Peter decidió poner en juego su carrera deportiva, y en parte su vida, por una causa que no era suya? No se sabe a ciencia cierta los porqués, jamás los rebeló. Ya que provenía de una familia humilde para algunos fueron sus orígenes de clase los que lo empujaron a apoyar la lucha de los oprimidos Smith y Carlos. Para otros todo tenía que ver con una cuestión religiosa ya que su familia era muy cristiana y veía a Smith y Carlos como hermanos. Lo cierto es que lo hizo, y pagó las consecuencias por hacerlo.
Peter Norman murió de un ataque al corazón el 3 de octubre de 2006 en Melbourne, Australia, a la edad de 64 años. En su funeral, mientras sonaba “carrozas de fuego”, y como si se tratara de la trama de una emotiva película, el féretro era cargado por Smith y Carlos quienes jamás habían olvidado el gesto de Peter en México y quisieron cerrar el círculo en su último adiós. El 9 de octubre de ese mismo año la Federación Estadounidense de Atletismo declaró que esa fecha sería recordada como el día de Peter Norman.
En el 2012 el Parlamento australiano pidió perdón a Norman “por no haber reconocido su rol inspirador antes de su fallecimiento" y en el 2019, a 13 años de su fallecimiento, Australia por fin develó una estatua del ex velocista en Melbourne. Debajo de su estatua, una placa reza lo siguiente: “La valiente postura de Peter en solidaridad con los estadounidenses Tommie Smith y John Carlos en el podio, después de la carrera, será para siempre uno de los momentos deportivos más emblemáticos de Australia, con un lugar especial en la historia olímpica. Peter Norman, te saludamos”. El reconocimiento de su país llegó un poco tarde, pero llegó.
Ahora el lector se preguntará por qué en un texto que habla del Black Power y de los derechos de los afroamericanos se termina hablando tanto de un blanco. Pensarán que seguramente quien escribe es blanco y este texto no es más que un micro racismo. En primer lugar, cabe aclarar que quien escribe es caucásico de piel blanca, pero lejos está el autor de pretender reproducir un micro racismo. Este texto persigue la idea de reivindicar el derecho a la igualdad y como seguramente llegue a una amplia, muy amplia mayoría de blancos, lo que intenta es reivindicar la idea de “hacerse cargo” como lo hizo Norman.
Es necesario que empecemos a tomar como propias las reivindicaciones de igualdad, aunque no nos toque estar del lado del discriminado u oprimido. No hace falta ser negro para reivindicar la igualdad más allá del color de la pigmentación de la piel; como no hace falta ser aborigen para reivindicar los derechos de los pueblos originarios ni ser mujer para reivindicar el “ni una menos”. Por ese motivo está foto del poder negro y su aliado blanco es el centro de este texto.
Del Black Power al Black Lives Matter, es difícil respirar…
Como dijimos toda foto tiene también un después, no solo en la vida de los personajes que la protagonizan, sino en la historia del mundo y las sociedades. Y el después de la comunidad afroamericana en EEUU no es todo color de rosa, como muchos creyeron al ver llegar un presidente negro a la casa blanca (casualmente, la casa blanca). Si bien hoy en día muchos afroamericanos llegan a puestos de gobierno, a altos mandos militares, a puestos gerenciales en empresas o son grandes ídolos deportivos; la comunidad negra de EEUU sigue constituyendo uno de los sectores más precarizados de la sociedad y, principalmente en el sur, siguen siendo perseguidos y discriminados por su color de piel.
Con la llegada del siglo XXI el ser humano ha logrado dominar la tecnología de una forma que era inimaginable hace 50 años, es constituye un avance positivo increíble. Pero paradójicamente ese mismo ser humano no logra romper con algo tan básico y simple, que si lo pensamos tan solo 5 minutos nos daremos cuenta que no tiene razón de ser. Parece un chiste de mal gusto, pero mientras logramos comunicarnos a miles de kilómetros en nano segundos y procesar información con una velocidad un cuatrillón de veces más rápida que hace 70 años aun no logramos romper con una idea tan antigua y precaria como que un ser humano pueda valer más o menos según la pigmentación de su piel, su género o su elección sexual.
La lista de asesinatos de negros en manos de las fuerzas de policía en EEUU lamentablemente es larga y parece no tener fin. El 26 de febrero de 2012, con Obama ya como presidente, se produce el asesinato de Trayvon Martin, un estudiante negro de 17 años que habia ido a visitar a familiares en una comunidad cerrada cuando tuvo la “mala suerte” de cruzarse a Zimmerman, un voluntario de los grupos de vigilancia vecinal, quien lo asesinó a tiros. Es tras el asesinato de Martin que se crea el movimiento social Black Lives Matter (las vidas de personas negras importan) que sigue vigente hasta hoy en día.
Solo dos años después, el 17 de julio de 2014, es arrestado Eric Garner bajo sospecha de vender ilegalmente cigarrillos sueltos. Las imágenes muestran a un policía blanco, Daniel Pantaleo, con su brazo alrededor de su cuello y se escucha a Eric gritar repetidamente: "No puedo respirar". Garner murió de asfixia y Pantaleo fue absuelto por el gran tribunal pese a que los médicos catalogaron la muerte como asfixia por estrangulamiento.
Las protestas en contra de la brutalidad policial fueron masivas en todo el país, pero los maltratos y asesinatos de afroamericanos en manos de la policía no mermaron, sino que crecieron cuando Donald Trump, el extravagante e indeseable empresario mediático, llegó a la presidencia. Trump no ha dudado en manifestarse de forma misógina, homofóbica y racista en varias oportunidades, como tampoco ha dudado en defender a los grupos neonazis y racistas que se manifestaron en Charlottesville en 2017.
Sin poder nombrar y explicar todos los casos de abuso policial por la inmensa cantidad que alcanzan, llegamos al 25 de mayo del 2020 cuando, mientras en nuestro país celebrábamos un nuevo aniversario del primer gobierno patrio en cuarentena, en los Estados Unidos cuatro oficiales reducían y esposaban a George Floyd. Según algunos medios Floyd intentaba hacer una compra con un supuesto billete falso de 20 dólares en una tienda de comestibles y una vez reducido el oficial Derek Chauvin lo puso boca abajo y presionó con fuerza su rodilla contra el cuello de Floyd, quien repitió varias veces la frase "I can't breathe" (no puedo respirar), la misma frase que 6 años antes repitió Garner antes de morir asesinado de igual forma. Mientras esto pasaba, el oficial Tou Thao se limitaba a observar y controlar a los presentes que filmaron el terrible y desesperante momento con sus celulares.
En un país en el que actualmente viven más de 35 millones de afroamericanos, donde la pandemia ha matado cientos de miles de personas ante la negativa del ex presidente Trump de realizar una cuarentena aduciendo que quería cuidar una economía que igualmente se cayó a pedazos causando más de 50 millones de desocupados (entre los que por supuesto se encuentran muchos afro descendientes), el caso Floyd fue una chispa en un polvorín.
La indignación por este hecho desató la ola de protestas más importante de los últimos 50 años en el país del norte. Las protestas masivas llegaron incluso a causar acciones inéditas en la historia estadounidense moderna. Un ejemplo es que se apagaron las luces de la casa blanca y se llevó al presidente a un bunker para resguardarlo de los manifestantes. Cierto es que los medios masivos de comunicación mostraron muchas acciones violentas de los manifestantes con las que podemos estar en desacuerdo. Este fue un intento para que terminemos transfiriendo ese desacuerdo con la acción concreta (lo que los medios llaman vandalismo) al espíritu de la causa misma, que no es otra que la igualdad.
Es importante tener esto en cuenta no solo en este caso, sino en todas aquellas causas que persiguen la igualdad de derechos, ya sea las causas del feminismo, de los pueblos originarios, los trabajadores o cualquier otro sector oprimido de la sociedad. No está mal estar en desacuerdo con una acción de un colectivo social que pelea por un derecho, toda acción se analiza desde una escala de valores propia y es discutible, pero no debemos superponer esa acción al espíritu del reclamo.
Creo que debemos observar los reclamos, valorar si los consideramos genuinos más allá del desacuerdo que podamos tener con alguna acción concreta del colectivo que lo lleva adelante que nos muestran los grandes medios. Si el reclamo nos parece genuino y justo debemos apoyarlo más allá de que pertenezcamos o no a ese sector vulnerado. Este método de analizar la realidad se hace absolutamente necesario en épocas en la que los grandes medios de comunicación y los algoritmos de las redes sociales están totalmente copados por intereses económicos y políticos.
Es cierto que Derek Chauvin, el policía que mató a George Floyd, fue condenado a 22 años y medio de cárcel y que el juez dijo que no basó su sentencia en “la opinión pública”, pero difícilmente sin las protestas y la condena internacional que recibió el hecho se hubiera hecho algo de justicia. En EEUU siguen existiendo muchos Floyd. En nuestro país que tiene una comunidad afroamericana muy pequeña no es moneda corriente el abuso policial a afroamericanos, pero si el gatillo fácil hacia los sectores populares. Aquí existe la portación de visera como lamentablemente vimos una vez mas con el asesinato de Lucas González. Que esto deje de pasar depende en gran parte que nos transformemos en aliados de esas causas de igualdad, aliados como lo fue Peter Norman.
Podes mirar acá nuestro video sobre el tema
Material Realizado y aportado por:
Profesor Diego A. Bouquet
Más de 10 años de trabajo en la educación pública. Titulo de profesor de historia con trayecto en ciencias sociales y técnico mecánico. Diplomado en prevención de consumos problemáticos en la U.S.I. Generador de contenido educativo audiovisual en YouTube. Creador y administrador de esta página.
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