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La caída del León (el asesinato de Trotsky)

Antimarxista en sus inicios, enemigo público del bolchevismo a comienzos de la década del 10 y camarada inseparable de Lenin en las jornadas de octubre del 1917, se terminó transformando en un héroe popular cuando defendió al joven Estado comunista del ataque militar del viejo régimen, quien era ayudado por las potencias capitalistas extranjeras.
Creador de la teoría de la revolución permanente, político, filosofo, historiador, militar, poliglota, firme, soberbio, extremadamente inteligente y muy obstinado. Lev Davidovich Bronstein, más conocido como León Trotsky, un ucraniano que marcaria la historia no solo de lo que fuera el imperio ruso, sino de la izquierda a nivel mundial.
Amado por muchos, odiado quizá por muchos más, Trotsky llego a ser considerado por amigos y enemigos como el segundo más importante en aquella Revolución Rusa que instauro el socialismo en el viejo Imperio Ruso del zar Nicolas II, pero 12 años después era expulsado de la URSS que ayudo a construir acusado de traición. Algo difícil de entender si no se sabe que mientras Trotsky se enfrascaba en discusiones teóricas y prácticas militares, en las sombras alguien construía poder poco a poco.
Da para escribir y discutir mucho, pero lo cierto es que por errores propios, habilidades ajenas y circunstancias de época Trotsky cayó ante José Stalin, aquel georgiano que era subestimado por el mismo ucraniano. En definitiva Stalin supo construir el poder necesario para deshacerse del ucraniano y prácticamente de todos los bolcheviques una vez muerto Lenin en 1924.
A partir de entonces, en palabras de unos de sus principales biógrafos, Trotsky fue un profeta desterrado. Ningún país quería en sus tierras al judas ucraniano, ya sea porque eran amigos de la Unión Soviética y temían el enojo de Stalin o porque eran países capitalistas y temían la agitación política que Trotsky podía provocar, la cuestión es que nadie lo quería cerca.
Solo Turquía y Francia le dieron asilo temporal a condición de no hablar de política, ni mucho menos hacer política, algo que obviamente incumplió pues la política era para Trotsky el aire que le permitía respirar.
Su morada final sería México, quien solo le exigía que no interfiriera en sus asuntos internos, algo que tampoco terminó de cumplir.
Con 2 hijos asesinados por el régimen de Stalin y 2 hijas muertas en extrañas circunstancias, Trotsky llega al año 1940 acompañado de su segunda esposa Natalia Sedova, su nieto Esteban Volkov de 13 años y una de las máquinas de exterminio más grandes de la historia, la GPU (luego KGB) apuntando día y noche a su cabeza. En México vive primero en la Casa Azul prestada por Diego Rivera y Frida Khalo, con quien se sospecha que tuvo un breve amorío, pero las cosas se complican y se deben mudar a una casona en Yucatán que convierten en una especie de fortificación.
Trotsky ya había logrado defenderse de las acusaciones de los juicios de Moscú organizando el contra juicio realizado en México y presidido por el pedagogo John Dewey, quien dicho sea de paso lejos estaba de ser partidario del marxismo. Allí el ucraniano deshizo una a una las acusaciones del Kremlin con una lucidez increíble, pero poco le importaba esto a Stalin para quien Trostky era una piedra en el zapato que quería quitarse lo antes posible.
En todos los años de exilio de su enemigo Stalin se había dado cuenta que la única forma de callar al ucraniano era haciendo que deje de respirar, Trotsky era incorruptible, las amenazas lo fortalecían y al parecer los asesinatos de sus seres queridos también. Trotsky atacaba el estalinismo mientras defendía al comunismo con una habilidad que no se volvió a ver tras su muerte, y eso pese a la debilidad estructural de la 4ta internacional por él creada, era potencialmente peligroso para Stalin ante un cambio de circunstancias históricas.
Es así que la madrugada del 24 de marzo de 1940 se realiza el primer intento de asesinar al viejo líder bolchevique, el autor material es el pintor chileno David Alfaro Siqueiros quien se encontraba en México. Grupos fuertemente armados entraron a la custodiada casa con la ayuda de uno de los guardias, Robert Sheldon Harte quien luego sería asesinado, Trotsky negaría que Harte lo haya traicionado hasta el último de sus días. Los asaltantes ametrallaron la casa con más de 300 disparos y tiraron bombas incendiarias.
Sorpresivamente solo hirieron al nieto de Trotsky en un pie, el viejo sedado por los remedios fue salvado por su esposa que lo empujo tras la cama salvándolo de la balacera. Al día siguiente, según cuenta el policía mexicano encargado de la investigación, Trotsky no podía creer haberse salvado y hasta se reía de la falta de puntería de Stalin. Incluso el investigador dice que la actitud del ucraniano le hizo pensar que se trataba de un autoatentado, cosa que enseguida dijeron los periódicos estalinistas. Siqueiros escaparía de México y seria recibido en Chile asilado por el famoso poeta Pablo Neruda
Pero las horas del viejo estaban contadas y él lo sabía, por un lado, su salud lo azotaba, por otro el largo brazo de Stalin estaba por caer sobre su cabeza. Fue entonces que uno de los planes pensados desde el Kremlin por fin rindió frutos. Tras largos meses de “hacerse el amigo” de su secretaria Silvia Ageloff un joven que decía ser oriundo de Bélgica logra llegar hasta el despacho de Trotsky para revisar unas líneas que había escrito. Y cuando el viejo León estaba concentrado en la lectura el español Ramón Mercader, cual fuera su verdadero nombre, le asesta un mortal golpe de piolet que penetra en la cabeza de Trotsky.
Lejos de morir en el instante el viejo se incorpora y lucha con el agresor para que no pueda escapar, cuando llegan los guardias y comienzan a golpear al atacante Trotsky, completamente ensangrentado y con Natalia que lloraba a su lado, tiene uno de sus últimos momentos de lucidez y pide que no lo maten, porque es necesario que hable.
Al día siguiente Trotsky moriría y Mercader negaría toda su vida ser agente de Stalin. En años venideros Stalin lograría resistir el ataque alemán de la segunda guerra mundial y gobernaría la URSS hasta su muerte en 1953, logrando posicionarla como segunda potencia mundial. Stalin había ganado la partida, pero la historia se iría encargando de poner las cosas en su lugar.
Bastante se ha hecho para rescatar históricamente el valor de alguien a quien se intentó literalmente borrar de la historia. Y hay que decir que más allá de simpatías o broncas personales que se puedan tener con el trotskismo -que no es la obra de Trotsky sino el intento de continuación de la misma- con aciertos y con errores la corriente trotskista es una de las pocas corrientes marxistas que no han capitulado tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Es cierto que en 1940 Trotsky perdió una importante batalla con Stalin, pero el tiempo ha demostrado que en la guerra de ideas las del viejo ucraniano no han muerto, y le siguen molestando a quienes le deben molestar, mientras que el estalinismo solo sirve a los intereses capitalistas como supuesta demostración de la imposibilidad del comunismo.
Hoy, a 81 años de su asesinato, intento con estas líneas reivindicar la vida y las ideas de alguien que cometió aciertos y errores, pero que tienen la enorme virtud de jamás haber claudicado a sus ideales. Yo hice el intento de resumir muy brevemente su vida, pero reconozco que la más hermosa síntesis de la vida de este personaje trágico la narró el mismo, en lo que se conoce como “su testamento”. Para finalizar comparto esas líneas con ustedes y algunos periódicos que daban la noticia del asesinato del revolucionario.
“Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud. Natasha se acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul y el sol que brilla en todas partes.
La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.”
León Trotsky 1940

Algunos medios de la época retratan el hecho

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