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Los argentinos, el piropo y otras debilidades

Los argentinos, el piropo y otras debilidades

Nota Revista Siete Días, septiembre de 1980. Pág. 42, 43 y 44.

Quizás esta sea una larga pero necesaria introducción a la nota periodística que les queremos presentar. Hablamos de una nota sobre “Los argentinos, el piropo y otras debilidades” que la Revista Siete Días publicó el 30 de septiembre 1980 en las páginas 42, 43 y 44.

Es necesaria porque en pleno siglo XXI aun muchos siguen discutiendo sobre “el derecho” que tienen los hombres de piropear a las mujeres, sin pensar en el derecho que tienen las mujeres de no tener que recibir acoso ni opinión alguna que no hayan pedido sobre sus cuerpos.

Siempre me pregunté desde lo personal cual es el fin del piropo. Es obvio que desde un punto de vista de la empatía hacia los demás uno no debe poner a los demás incomodos solo por placer onanístico. Ahora desde un punto de vista totalmente egoísta y operativo cabe preguntarse si se obtiene lo que suponemos que se busca cuando un hombre arroja una guarangada hacia una mujer, es decir: sexo.

Y como esto no es un problema solamente argentino recurrimos a una nota realizada en Atlanta, EEUU por cnnespánol.com, allí un entrevistado de 25 años plantea que los “piropos son algo biológico” y lo explica diciendo que “Los hombres cazan a las mujeres, desafortunadamente, porque las mujeres [tienen] algo que ellos quieren”. Aquí vemos que se plantea el acoso como una causa natural cuando el comportamiento de una persona esta atravesado por cuestiones sociales, de crianza, de ideologías, etc. Si nos escusamos en nuestro componente biológico y no racional bien podríamos andar matando y violando a diestra y siniestra escudados en “la naturaleza”.

En la misma nota citada encontramos a un joven de 26 años que mas centrado en principio plantea que “Muchas veces existe la presión entre hombres, como para impresionarse unos a otros. Y como humillar a las mujeres… Nos crían para usar a las mujeres como objetos, porque vivimos en un mundo de televisión”. Hasta aquí una reflexión que pudiera servir como punto de partida para comportamientos más empáticos con los demás, pero lamentablemente el joven no tarda en tratar de justificarse.

Primero intentó justificarse diciendo: “He escuchado que cuando un hombre pasa junto a una mujer y este no voltea a mirarla, ella se siente ofendida” dando a entender que las mujeres necesitan sentirse halagadas por la mirada masculina. Y luego profundizó la justificación agregando algo mucho más peligroso: “¿Acaso su madre le dijo que se pusiera eso? Es un asunto de cómo te criaron” dijo utilizando de esta forma la justificación más peligrosa de todas, que es la que invierte las culpas poniendo a la víctima en el lugar de culpable del acoso, ya sea por la ropa o por la actitud.

Y pese a que se notaron contradicciones en su pensar cuando dijo “Me imagino que podría sentirse bastante mal, aunque me imagino que podría estimular a su ego” la frase “las mujeres son tratadas en la forma en que te permiten que las trates” mostró que el joven evidentemente no tenía ganas de hacerse cargo de sus comportamientos.

Este caso es interesante ya que, ante el avance en la lucha de sus derechos por parte de las mujeres, los hombres nos encontramos ante una bifurcación que debemos hacer sí o sí. Por ser criados en sociedades machistas todos tuvimos y aún tenemos micros y macro machismos, y cuando digo todos me refiero todos los seres humanos sin importar géneros. El feminismo nos cuestiona y nos obliga a elegir entre replantearnos comportamientos o justificarlos de la forma que sea. Esa es la etapa en la que nos encontramos actualmente y donde esa famosa palabrita “deconstruirse” se hace tan necesaria para vivir en un mundo mejor. A propósito de eso tenemos que decir que en la nota citada también hubo quien nunca considero lanzar un piropo. Jared Ripps, de 39 años se preguntó ¿Por qué? “Tengo una hermana y no me gustaría que le hicieran lo mismo” dijo al menos entendiendo algo.

Hoy es sumamente necesario entender el feminismo desde una perspectiva sociológica y no biológica, Aquí no se trata de una pelea entre machos y hembras, sino que se trata de una construcción social donde el hombre se comportó durante muchos siglos como un macho y las mujeres fueron sometidas a distintos tipos de desigualdades, eso es lo que tiene que cambiar.

Es necesario entender que muchos cambios de paradigmas son positivos y no resistirse al cambio de forma absurda. A ningún hombre puede afectarle realmente no decir un piropo, mientras que a miles de mujeres las hará mas felices poder caminar tranquilas por la calle sin tener que soportar acoso alguno. En Argentina incluso según el propio Estado el piropo es acoso, “Es una forma de violencia de género que afecta la vida de las mujeres. Sucede en la mayoría de los casos en el espacio público”.

En la misma pagina www.argentina.gob.ar agregan que “El acoso callejero es una de las formas más naturalizadas, invisibilizada y legitimada de violencia contra las mujeres” y que “constituyen una experiencia incómoda, desagradable y, en la mayoría de las veces, humillante”. ¿Peró siempre fue considerado así?

Hace 40 años el piropo estaba visto de una forma muy distinta que en la actualidad. La nota que le vamos a compartir nos muestra como era vista esta forma de acoso. Probablemente en ciertos pasajes de la nota algunos puedan sentir cierta repulsión ante algunos dichos o ideas, pues felicitaciones eso significa que algo hemos crecido como sociedad.

Vamos a la nota y por supuesto nos gustaría saber sus opiniones en los comentarios…

LOS ARGENTINOS, EL PIROPO Y OTRAS DEBILIDADES

El piropo es el arte de decir una frase florida sin recibir un cachetazo. Los argentinos lo están dejando de lado. pero en las calles algunos francotiradores todavía lo cultivan, aunque se les haga agua la boca

PATOTA LIRICA Los porteños cobran valor cuando son más de uno y éstos hicieron un campeonato de piropos. El de los libros en la mano se animó: ¡Quién fuera estribo de ómnibus para que me pusieran el piecito encima! A los otros no se les ocurrió nada mejor. Mientras tanto ellas fingieron interesarse en saber si venia o no el 132.

En el principio fue el requiebro. Porque la chacotona costumbre de franquear el paso de las muchachas bonitas con una frase ingeniosa y laudatoria, surgió en la provincia de Andalucia, mucho antes de que los porteños decidieran importarla con sus necesarias variaciones en beneficio del color local. Andaluces pioneros y de lengua florida solían salir al paso de las morenas claras u oscutiras (sic) para deslizarles, bajo el mechón de pelo que les cubría la oreja, un requiebro bien dicho y sin segundas intenciones. Porque el señorío del piropo y de su precursor, el requiebro, radica en que carece de fines, no intenta seducir a una bella para arrancarle una cita o la promesa de un futuro extravío en común: no tiene más motivo que la loa pasajera. El buen piropo a requiebro utiliza el lenguaje del lugar y, en lo posible, nace de la circunstancia. Un andaluz dirá a una coterránea de lindas piernas: "Guapa, pero qué buenos fundamentos" Un porteño, en la misma circunstancia, dejará escapar: "Pero ché, pobres Las Bases de Juan Bautista Alberdi”

EL PIROPO

El piropo es democrático: surge de los arrabales y se prodiga a muchachas humildes que "cosen para afuera" a chinas garbosas que van a lavar ropa al rio o venden comidas caseras transportadas en una cesta de mimbre. Porque, en un principio, a las señoras y niñas en edad de merecer solo se les vela el tobillo, entre el umbral de la casa de bajos y el coche de caballos. Más tarde, cuando el modernismo les regalo el libre paso por las veredas, siempre en compañía de nodriza o hermana menor, los porteños tuvieron que afilar las comparaciones, consultar libros de versos o hacerse diestros en el ping-pong lingüístico en compañía de payadores y compadritos rápidos para la réplica y en el mal-decir (que también es un arte).

Dígalo con mímica

Al piropo no basta con pensarlo, hay que decirlo en el momento preciso (no cuando la homenajeada se encuentra a media cuadra del homenajeador), con pronunciación ladina y en voz casi alta (no sea que la homenajeada se encuentre distraída con los escaparates o la profusión del tránsito

El mejor piropo es el que se siembra en el momento y no aquel que pertenece a la reserva de los antepasados. Rapidez meteórica y estudio instantáneo de los elementos que salen al paso son las leyes más seguras. Un buen ejemplo es el que lo dijeron una vez a la periodista Cecilia Absatz en los primeros tramos de la calle Florida, cuando estaba (como diría un piropeador) en la dulce espera. El galán precipito el paso sin darse cuenta de que la dama se hallaba, (como diría un piropeador) “en estado interesante”; al descubrirlo se las ingenió para improvisar "¡Uy, y encima estás florecida!”

Otro buen ejemplo es una ocurrencia de Federico Manuel Peralta Ramos. Hace poco estaba en el bar de la Galería del Este tomando una taza de té, cuando vio venir a la vedette Moria Casán que andaba mirando vidrieras, Federico salió corriendo y se tiró a sus pies diciendo: “¡Encantado!”

MIRAR NO CUESTA NADA El señor pase reviste de adelanto para atrás. No opinó nada y mostró su contrariedad por la carterita y el tapado. Seguramente, cuando era mozo supo ser buen piropeador, pero ahora se llamó a retiro. Si la señora lee Siete Días, lo mata.

Material Original

Material Realizado y aportado por:

Profesor Diego A. Bouquet

Más de 10 años de trabajo en la educación pública. Titulo de profesor de historia con trayecto en ciencias sociales y técnico mecánico. Diplomado en prevención de consumos problemáticos en la U.S.I. Generador de contenido educativo audiovisual en YouTube. Creador y administrador de esta página.

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